viernes, 29 de agosto de 2008

CINE



Siempre me he preguntado qué es lo que me atrae de una sala de cine. ¿La oscuridad? ¿El murmullo de las voces de los actores? ¿Qué magnetismo tiene la pantalla blanca? De repente se apagan las luces, y comienza la película. Y todo se llena de magia.
No recuerdo la primera vez que entré en un cine, porque casi vivía en uno. Tal vez os preguntareis el porqué. Y lo contaré:
Mi abuelo tenía un cine que quedó destruido tras un bombardeo. Sólo quedó el solar, que más tarde tuvo que vender para pagarse una delicada operación. Pero él era un emprendedor, y supo volver a empezar en otra ciudad. Si mi infancia estuvo marcada por el cine, la juventud de mis padres también. Tenemos muchas anécdotas relacionadas con él.
Pero la que más me gusta es la de que mi hermana B. casi nace en el cine Olimpia. Los jueves, mi abuelo hacía un pase privado, para ver en qué escenas se podía recortar un poco el metraje. Tenían que caber dos películas en una sola sesión. Reponían Traidor en el Infierno, con William Holden de protagonista. Mi madre empezó a notar los primeros dolores de parto y tuvieron que irse del cine sin ver cómo terminaba la película…Años después, un 11 de febrero, mi hermana B. nos dejaba sin saber cómo acababa Mi dulce Geisha, con Yves Montand y Shirley MacLaine. También ella sintió las primeras contracciones del parto del que sería su primer hijo…
Durante años fuimos unos privilegiados. No pagamos nunca una entrada de cine. Teníamos una fila reservada, la catorce. Nunca se vendieron esas butacas. Simplemente eran nuestras. No tengo ni idea de las películas que habré visto, ni la de veces que me he dormido sin ver el final de una película, despertada con un: Emily, nos vamos. ¿Qué ha pasado?, contestaba limpiándome el inevitable hilillo de baba…Qué a gusto se dormía con el sonido de fondo de esas voces…
Pasé mi adolescencia viendo ciclos enteros que dedicaban a los actores y directores de cine más conocidos. Más tarde, y junto a mi hermana B. íbamos a todos los cine forum, nos tragábamos todas las sesiones de la filmoteca, tapaditas las dos con mi largo abrigo rojo (los encargados del cine pasaban de encender la calefacción para cuatro gatos), acudíamos al cine Olimpia cada jueves a las ocho de la tarde. Estrenos y reestrenos. Recuerdo mirar Querelle con los ojos muy abiertos. Hasta coleccionamos una enciclopedia de cine que pagamos conjuntamente con nuestro trabajo de damas de compañía de mi abuela. La leímos de cabo a rabo.
Unas navidades me regalaron un juego de preguntas de cine, Polvo de Estrellas (leed bien, malpensados). Nunca he encontrado un/a partenaire que estuviera a mi altura, y el juego acabó guardado en un armario. Acepto el reto, si alguien quiere medirse conmigo. Pero lo tenéis difícil. Ya dije que soy un pozo de sabiduría…
Si miraba El Cielo y tú, quería ser Bette Davis y amar a Charles Boyer. No me hubiera importado dejarme besar por Cary Grant en Tú y yo. Ser Audrey Hepburn y comer manzanas con Albert Finney en Dos en la Carretera. Y tantos personajes más…que el post se alargaría demasiado. Pero si me preguntaran con qué personaje de cine me quedaría, diría: La Reina Cristina de Suecia, en la escena en la que Greta Garbo recorre con la mirada la habitación que comparte con John Gilbert y va acariciando todos los objetos que decoran la estancia, para memorizarlos y recordar en un futuro ese momento pasado junto a él. Quizá porque yo hice lo mismo años después en una pequeña habitación, durante un breve instante de tiempo en el que fui completamente feliz…

lunes, 25 de agosto de 2008

LA CONTRACTURA MUSCULAR Y EL MÉDICO ARGENTINO


Hará unos quince días recibí en casa un nuevo sofá. Me lo trajeron tres tipos sudorosos y musculados. ¿Dónde quieres que te lo pongamos? Yo contesté, tranquilos, ya lo haré yo misma. ¿Seguro? Pesa mucho, ¿eh? Y yo ni caso...Intenté moverlo con los dos brazos y noté un crec en medio de la espalda. Al principio, no creí que me hubiera hecho daño y no le dí más importancia. Pero han pasado los días, he salido, he dormido en una mini cama en compañía, he viajado en bus, dos horas de espera en un garito mal sentada, me ha dado por limpiar la casa... Hasta que el dolor se ha vuelto insoportable...Como soy un poco hipocondríaca desde que voy a hospitales, he pensado que igual tenía algo malo, y que el dolor de espalda era el primer síntoma de alguna rara enfermedad. Emily, me he dicho, ve a que te vea un médico y sales de dudas...

Y me he ido a urgencias. Ya cuando el médico ha dicho en voz alta mi apellido me ha entrado la risa. Lo ha pronunciado con acento argentino. Ha dicho la Y como una J. Il dottore ya se ha quedado conmigo. Es raro que a un paciente le entre la risa justo cuando va a visitarse. Me he puesto seria con una mano en la espalda, para hacer ver que me dolía mucho...

Ha empezado con las preguntas de rigor: ¿Enfermedades? ninguna. ¿Alergia a medicamentos? ninguna. ¿Tomás alguna medicación? Ibuprofeno. Soy adicta al ibuprofeno.

Pasá a la camilla y acostáte. ¿Dónde te duele? Il dottore ha empezado a examinarme y a apoyar sus noventa kilos de peso sobre las diferentes partes de mi espalda. Cuando ha llegado a la altura del sujetador, me ha dicho: Permitíme, yo mismo lo deshago.... No es de las vértebras, es una contractura muscular.

Me ha dicho que tomara asiento, mientras yo miraba de acertar el cierre del sujetador mirando de hacerlo lo más disimuladamente posible.

-No te voy a recetar nada. Las contracturas se curan con masajes y con un poco de calor. ¿Tenés algo en casa? Ibuprofeno, jeje.

El argentino ya ha empezado con la guasa: Le decís a tu novio que primero te haga mimitos y luego siga con un masaje. Al ver cómo me reía, el tío ha continuado con la bromita. Más mimitos y masajes. Con eso se curan las contracturas. ¿Sós d'acá? Sí, d'acá mismo. Pues buscá un buen masajista si no lo tenés y procurá no hacer esfuerzos. ¿Puedo nadar, doctor? No pasa nada, pero procurá no pasarte.

Me he despedido, pero el argentino no parecía tener prisa. Oíme, tu apejido es como el del tenista aquel, el majorquín...Sí, más o menos, sólo cambiamos el acento...El tío se ha reído y me ha dicho que me pasaría, pero que me hiciera masajes. Recordá...

No sé qué les pasa últimamente a los hombres... En fin, deben ser los últimos calores del verano...

sábado, 16 de agosto de 2008

CONTRADIRECCIÓN


Como nací en marzo, el mes del año con un porcentaje de viento superior a los demás, cada vez que sopla este viento que baja por el río, noto cómo me afecta a las dos neuronas que me quedan. Es como un zumbido, zzzzzzzz, que va directamente a mi cerebro. Y es cuando estoy más divertida de lo habitual, cuando hago más tonterías de lo habitual, cuando le doy una colleja a mi perro más de lo habitual...

Ayer por la tarde volví a quedar con mi hija. Fuimos a la playa y de vuelta a casa pasamos a tomar alguna cosita al bar que queda frente al río. Pedimos dos coca colas, para ver si consigo apartarme del alcohol una semanita...Y va una avispa y se le ocurre unirse a la conversación, ya de por si surrealista, que estábamos manteniendo mi hija y yo. El animalito a rayas se posó en la boca de la botella, atraída por el azúcar de la coca cola. Yo empecé a ponerme nerviosa, más que nada por si picaba al perro. A mi no me importa una picadura, pero si pica al perro he de correr a urgencias. ¿Y qué se me ocurre para espantar a la bestia? Le tiré el humo de un ducados y la tía salió pitando en dirección a una chica que estaba sentada justo a nuestro lado. ¡Cómo nos reímos! A la chica no le hizo ninguna gracia, por cierto. Pero la avispita volvió a nuestro lado. Prefería la bebida azucarada que la amarga cerveza que bebía la mujer. Me puse mucho más nerviosa, me levanté con el perro en brazos y la que salió pitando fui yo.

Tenía el coche aparcado en dirección opuesta a la que me interesaba. Así que decidí hacer una pequeña infracción sin importancia. Sólo ir unos metros de nada en contradirección...Sin pensar en el mal ejemplo que le daba a mi hija. Pero ya he dicho que el viento del norte me afecta, y si conduzco ni te cuento...

Hice un primer intento de colar el morro del coche hacia la carretera y por poco me la pego con unos jóvenes subidos a un deportivo rojo. ¡Pero qué haces, tía! Perdonad, perdonad, tenéis razón...No sé qué me ha pasado...

Hice un segundo intento al ver que no se acercaba nadie, y me metí ya en dirección opuesta. Total, unos metros de nada...¿Y quién me barró el paso? ¡Una furgoneta de la Guardia Urbana!

¡Hay, Dios! El urbano empezó a hacer aspavientos con las manos. ¿Pero qué haces? Lo siento, lo siento, señor agente. No he visto la señal roja. Aceleré un poquito, para escapar de las garras del agente. Le eché un corto vistazo a mi hija y me percaté de que las dos no llevábamos puesto el cinturón de seguridad. Total, por unos metros de nada...El perro iba en brazos de mi hija en el asiento delantero. Le juro señor agente que el perro siempre va atado en el asiento posterior. Pero he pensado, va, por unos metros de nada... Suerte que ya he dejado la cerveza, y la coca cola hubiera marcado 0.0 al soplar por la boquilla del alcoholímetro.

Señor agente: voy ya por los veinte años de conductora modelo. Eche una mirada a mis papeles. Pago el seguro religiosamente. Paso la ITV con buena nota. No estoy fichada por la policía. Nunca se han encontrados restos de estupefacientes en mi cenicero. No escondo arma alguna en la guantera del coche. Si bebo, no conduzco. El anuncio de Stevie Wonder hizo mella en mí. Hasta compré un cinturón de seguridad para mi perro. Pero no sé qué me pasa con las señales rojas. Simplemente no las veo...

Eché un vistazo por el retrovisor y ví la furgoneta de la Urbana. ¿Me perseguía? Soy rápida de reflejos y aparqué el coche para camuflarme entre los demás. Si hubiera estado acompañada por un hombre, hubiera hecho la estratagema de pedirle: bésame, hagamos ver que estamos muy enamorados y que simplemente nos estamos dando el lote. Pero con mi hija hubiera resultado por lo menos muy extraño y no me servía.

Dí esquinazo a los polis, y salí victoriosa del enredo. Porque si me llegan a pillar me cae un puro de muerte. Me quitan seis puntos del carnet y ni quiero pensar en la multa...Mi ruína.

Arranqué el coche, jurando que me portaría bien y que me iría derechita a casa.

Pero no sé a quién se le ocurrió que en mi ciudad, las señales que más abundarían son esos círculos rojos, con una banda horizontal blanca, que no sé qué significa, porque el día que dieron esta lección, no acudí a clase...
PS. Este post es pura invención.(Por si lo lee el agente). No conduzco, no poseo coche. No conozco de nada a esta señorita que supuestamente me acompañaba. No es mi hija. No tengo perro, es un bicho que se me pega continuamente. Ayer no salí de casa en todo el día. Tengo testigos.

domingo, 10 de agosto de 2008

EL FANTASMA Y LA SEÑORA M.


Este atardecer amenazaba tormenta, y a mi me encantan las tormentas. Estaba sentada en una terraza frente al gran río, con mi hija y el perro. Las nubes han empezado a oscurecer el cielo, y han caído cuatro miserables gotas. Pero aún así, pese a la poca lluvia, me he resguardado bajo la sombrilla que cubría parte de la mesa donde estábamos, y hemos continuado charlando como si tal cosa.

Desde mi posición podía ver la casa encantada que hay frente al río y me he acordado de la tarde que un tío mío nos la enseñó por dentro. Era a principios de septiembre, y andábamos las tres hermanas aburridas. Era, como en cada principio de septiembre, época de recolección. Y habíamos planeado una pequeña excursión por los arrozales. En aquel tiempo teníamos a la pequeña perrita Coppini. Adonde fuéramos nosotras, ella nos acompañaba. Quedamos en tomar café primero con mi tío (es mi tío, pero curiosamente de nuestra misma edad) en ese bar que ha cambiado tanto, pero que forma parte de la vida de muchas generaciones. La de mi tío Joan, la nuestra, y la de los que vendrán, supongo. Es un bar con una terraza interior, con plantas y una palmera, que deben guardar en secreto miles de conversaciones y confidencias. De pequeñas y desde la terraza de mi abuela, espiábamos a los noctámbulos que tomaban copas. ¡Cuántas noches de verano no podíamos dormir por culpa de la música y de los conciertos que allí se daban!. Luego, con los años, entramos a formar parte de esos mismos noctámbulos que llenaban la noche con sus voces...

Aquella tarde de septiembre, con la tormenta sobrevolando la terraza, planeamos nuestra fechoría. Primero mi tío nos enseñaría la casa para aprovechar la luz natural y luego, como quien no quiere la cosa, nos presentaríamos para merendar en la masía de un amigo, y habríamos matado la tarde.

Nos dirigimos hacia la casa. Es siniestra y está muy abandonada. En su época de esplendor, vivían tres hermanos. Dos mujeres que se habían quedado solteras y el hermano, que se casó con una tía de mi abuela. Sólo sobrevivieron las dos hermanas. En la Guerra Civil, una noche se llevaron a su hermano, y lo mataron. Por el simple hecho de pertenecer a una familia adinerada. Sólo por eso.

Cuando traspasamos la puerta, ya nos entró el mal rollo. Empezaba a tronar, y daban ganas de dar media vuelta y olvidarse del tema. Pero la compañía masculina nos tranquilizaba y seguimos con el recorrido. La desconfianza hacia la casa venía por las habladurías de la gente. Dicen que allí quedó encerrada un alma y no pudo salir.

La decoración de la casa era modernista. Muebles y sofás cubiertos de polvo, lámparas en forma de araña. Habitaciones con techos altísimos, y con la pintura viniéndose abajo. La ventanas con algunos cristales rotos por donde se colaba el agua, y los truenos que no paraban...

Miré a Coppini husmeando por el suelo. Se le había erizado el pelo del espinazo. Y los que tenemos perro sabemos lo que quiere decir: miedo. Se lo comenté a una de mis hermanas y dijimos al unísono: ¡el fantasma!

Salimos pitando de la casa mientras mi tío se reía. Cogimos el coche sin miedo a la lluvia y mi hermana condujo en dirección a los arrozales. A ver si podíamos merendar y olvidarnos del mal trago que pasamos.

Esta tarde me hubiera gustado volver a ver la casa por dentro. Sólo que la persona adulta ahora sería yo y tendría que demostrar un valor del que carezco. Mi hija es muy joven, pero más valiente que yo...Y de Bruc ni hablemos. Se mueve una hoja y da un salto para escapar.

Cametes, ajudeu-me!

domingo, 3 de agosto de 2008

LISTO PARA LA PRETEMPORADA


Emily ya tiene a punto a Bruc. Ducha fría y arreglo de pelo.

Como veis, los mini magnums no han dejado huella en su cuerpo.

Hace tres meses que corre por la playa con su mini iPod.

Ha dejado de fumar.

Está listo para empezar la pretemporada con el Harem F.C. del Paseante.

Temblad, teckels nórdicas. Ha llegado vuestro hombre.
 
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