domingo, 10 de agosto de 2008

EL FANTASMA Y LA SEÑORA M.


Este atardecer amenazaba tormenta, y a mi me encantan las tormentas. Estaba sentada en una terraza frente al gran río, con mi hija y el perro. Las nubes han empezado a oscurecer el cielo, y han caído cuatro miserables gotas. Pero aún así, pese a la poca lluvia, me he resguardado bajo la sombrilla que cubría parte de la mesa donde estábamos, y hemos continuado charlando como si tal cosa.

Desde mi posición podía ver la casa encantada que hay frente al río y me he acordado de la tarde que un tío mío nos la enseñó por dentro. Era a principios de septiembre, y andábamos las tres hermanas aburridas. Era, como en cada principio de septiembre, época de recolección. Y habíamos planeado una pequeña excursión por los arrozales. En aquel tiempo teníamos a la pequeña perrita Coppini. Adonde fuéramos nosotras, ella nos acompañaba. Quedamos en tomar café primero con mi tío (es mi tío, pero curiosamente de nuestra misma edad) en ese bar que ha cambiado tanto, pero que forma parte de la vida de muchas generaciones. La de mi tío Joan, la nuestra, y la de los que vendrán, supongo. Es un bar con una terraza interior, con plantas y una palmera, que deben guardar en secreto miles de conversaciones y confidencias. De pequeñas y desde la terraza de mi abuela, espiábamos a los noctámbulos que tomaban copas. ¡Cuántas noches de verano no podíamos dormir por culpa de la música y de los conciertos que allí se daban!. Luego, con los años, entramos a formar parte de esos mismos noctámbulos que llenaban la noche con sus voces...

Aquella tarde de septiembre, con la tormenta sobrevolando la terraza, planeamos nuestra fechoría. Primero mi tío nos enseñaría la casa para aprovechar la luz natural y luego, como quien no quiere la cosa, nos presentaríamos para merendar en la masía de un amigo, y habríamos matado la tarde.

Nos dirigimos hacia la casa. Es siniestra y está muy abandonada. En su época de esplendor, vivían tres hermanos. Dos mujeres que se habían quedado solteras y el hermano, que se casó con una tía de mi abuela. Sólo sobrevivieron las dos hermanas. En la Guerra Civil, una noche se llevaron a su hermano, y lo mataron. Por el simple hecho de pertenecer a una familia adinerada. Sólo por eso.

Cuando traspasamos la puerta, ya nos entró el mal rollo. Empezaba a tronar, y daban ganas de dar media vuelta y olvidarse del tema. Pero la compañía masculina nos tranquilizaba y seguimos con el recorrido. La desconfianza hacia la casa venía por las habladurías de la gente. Dicen que allí quedó encerrada un alma y no pudo salir.

La decoración de la casa era modernista. Muebles y sofás cubiertos de polvo, lámparas en forma de araña. Habitaciones con techos altísimos, y con la pintura viniéndose abajo. La ventanas con algunos cristales rotos por donde se colaba el agua, y los truenos que no paraban...

Miré a Coppini husmeando por el suelo. Se le había erizado el pelo del espinazo. Y los que tenemos perro sabemos lo que quiere decir: miedo. Se lo comenté a una de mis hermanas y dijimos al unísono: ¡el fantasma!

Salimos pitando de la casa mientras mi tío se reía. Cogimos el coche sin miedo a la lluvia y mi hermana condujo en dirección a los arrozales. A ver si podíamos merendar y olvidarnos del mal trago que pasamos.

Esta tarde me hubiera gustado volver a ver la casa por dentro. Sólo que la persona adulta ahora sería yo y tendría que demostrar un valor del que carezco. Mi hija es muy joven, pero más valiente que yo...Y de Bruc ni hablemos. Se mueve una hoja y da un salto para escapar.

Cametes, ajudeu-me!

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Si tornéssim a visitar aquesta casa, estic segura que deixaríem que l'esperit, o els esperits, ens hi acompanyessin. Tanmateix, si l'esperit fos agressiu, segurament que en tornaríem a marxar corrents corrents...

Anónimo dijo...

Si hablamos de la misma casa, yo la recuerdo cuando vivía el Dr Pujol, que cuando nos daba la vacuna nos dejaba quedar a jugar con sus hijas, creo que debía de ser para que non llorásemos tanto.

Pero después con los años siempre he tenido la curiosidad de volverla a verla por dentro.

MP

el paseante dijo...

M'agrada molt quan expliques històries del teu passat Emily Poe. El teu text m'ha recordat la novel.la que llegeixo ara: Camí de Sirga. El gran riu Ebre, les cases abandonades plenes de records fets malbé...

Emily dijo...

Sumpta, potser ara no tindriem por. Tampos en vaig tenir en el seu moment. Era per fer la història més divertida...
MP, sí, es la misma casa. La foto que ilustra el post es de la casa.
Paseante, gràcies per lo d'Emily Poe. Camí de Sirga dius? em sona. És de Jesus Moncada, no? El riu és el mateix del llibre, però aigües avall. Miraré de llegir-lo.

MK dijo...

Jo recordo una antiga fábrica anomenada La Sucrera. Abans de que s´inventessin els okupes , l´Amy , la Beth , la Meg i la Jo (servidora)l´utilitzaven de "cuartel general". Una tarde , una de les estances que havien estat vivenda dels directius i a la qual i accedíem per un balcó baix i de la que no quedava cap mobiliari , va veure com s´encenia durant uns segons l´única bombeta que penjava del sostre...després d´anys de tenir desconnectada la corrent i sense haver premut cap interruptor...Varem fugir com llebres. Et juro que mai més ningú a tornat a creuar la distància fins al poble amb menys de minut i mig..

Emily dijo...

Osti, MK! Jo tinc una història d'una bombeta encesa. Però el fantasma era bo. Havia encès un llum per a comunicar-se amb la seva dona!
Escolta, crec que havia quedat clar que Jo March era jo!

Capri c'est fini dijo...

No hay historia de fantasmas que se precia que no tenga casa encantada y si puede ser tormenta mucho mejor. Nunca me he encontrado con un fantasma (de los de sábana, de los otros millones) pero me gustaría vivir esa experiencia. Yo, que me creo tan valiente, jejeje Besos.

 
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