sábado, 24 de octubre de 2009

SO IN LOVE



“Dani, mañana vendré a buscar al perro. ¿Podríamos quedar? ¿Qué te parece en el malecón, junto a la escultura de las palmeras de hierro? Calculo que estaré allí hacia el mediodía. Dime algo”.
He leído su mensaje unas cuantas veces. Ya no esperaba noticias suyas después de tanto tiempo. Se marchó sin decir adiós en febrero, dejando una nota sobre la almohada para que la leyera nada más despertarme: “Volveré”. Me levanté deprisa y lo primero que hice fue mirar en su armario. Estaba vacío. Se ha ido –pensé-. Se ha ido. Me senté abatido en el sofá donde aún dormía su perro.
-Parece que nos hemos quedado solos. –le dije al perro mientras le rascaba la cabeza-. Nos hemos quedado solos…

Hoy es uno de noviembre. Siete meses y ahora da señales de vida, después de tanto tiempo. He cepillado al perro por última vez. He recogido su manta, su pelota, sus cuencos y lo que queda de su comida y lo he guardado en una vieja bolsa de deporte para entregarlos a su dueña cuando nos veamos.
-Vuelves junto a ella, camarada. –Mientras cepillo enérgicamente al perro, me doy cuenta de que ha envejecido-. Has encanecido, viejuno.
Su ausencia ha sido más llevadera junto a su perro. Cuando le miraba a él, la recordaba a ella. Día tras día esperando una llamada, un mensaje que no recibía nunca, hasta ayer. Sabía que volvería, pero me pregunto qué le ha pasado justamente ahora para que decida regresar y encargarse del animal.
-Quien de casa huye, a casa vuelve –ha comentado mi madre. Me he limitado a encoger los hombros y he atado la correa al collar del perro para irnos.
Nos hemos tomado nuestro tiempo, paseando lentamente. Desde la urbanización donde vivo hasta el paseo marítimo hay unos dos kilómetros a pie. Hemos caminado hasta las palmeras de hierro, el lugar de la cita, y he esperado sentado en la baranda de cemento. El perro se ha levantado sobre sus patas traseras y le he subido para que se sentara junto a mí. El último temporal de levante ha dejado la playa casi sin arena. Miro el reloj. Casi es mediodía. Será puntual, como siempre. Mientras espero, enciendo un cigarrillo y observo el mar.
-¡Dani! –es su voz. Me giro y la veo correr hacia nosotros. Sonríe y saca de su bolso una pelota amarilla de tenis, las preferidas del perro. Desato al animal para que corra en su búsqueda. El perro avanza tímidamente hasta ella y cuando se encuentran, se echa sobre su espalda para que ella le acaricie.
-Te he echado de menos, cuánto te he echado de menos…-le repite mientras le abraza.
-¿Y a mí, me has echado en falta? –Dios, cómo me alegra volverla a ver…
Ella me mira y me responde:
-A ti, especialmente –contesta mientras me abraza. Me sorprende su efusividad. Antes no era así. Parece feliz.
-Caminemos. Tengo que estirar las piernas, he conducido de un tirón para llegar a tiempo.
Mientras paseamos va contándome qué ha sido de su vida durante estos meses de ausencia. Mientras habla, voy poniendo imágenes a su relato. Coche, carretera de la costa hasta llegar al sur, una casa blanca, nuevo trabajo en otro restaurante…
-Físicamente estás mejor. Has ganado peso…
-Hay alguien que cuida de mí…-responde con una sonrisa-. Y he dejado de fumar.
Me detengo para encender un cigarrillo y aprovechamos para sentarnos en uno de los bancos de madera del paseo.
-¿Quién es? –tengo curiosidad por saber quién es el tipo que la hace feliz.
-Dame un cigarrillo –me pide antes de responder.
Le ofrezco el paquete y un encendedor. Mientras prende el cigarrillo y exhala el humo hacia el cielo se toma un tiempo antes de contestar. Siempre me gustaron sus silencios.
-Cuando llegué a mi destino me tomé un tiempo antes de buscar trabajo. Tenía dinero suficiente para unos meses y necesitaba un descanso. Quería dejar de pensar en lo vacía que me resultaba la vida y lo conseguí. Cuando se acabaron mis ahorros busqué trabajo en lo único que sabía hacer: servir mesas. Y lo encontré fácilmente. Es el dueño del restaurante. –Ahora me mira unos segundos y enseguida baja la vista hacia el suelo.
-Me alegro. –miento.
En realidad tengo celos de este hombre que la hace feliz. Durante dos años yo fui su única compañía. Secretamente me alegraba de su infelicidad porque me necesitaba. Ahora ya no precisaba de mi compañía y reconozco que me duele.
-¿Y tú? Supongo que has acabado tus estudios. ¿Vas a continuar?
Como me esperaba su pregunta ya la había preparado con antelación.
-Sí. He empezado primero de biología.
-Me alegro por ti. Y recuerda una cosa: por nada del mundo abandones tus estudios. Aprovecha tu oportunidad. Yo abandoné y pagué demasiado cara aquella decisión.
-¿Le quieres?
Ahora se queda en silencio unos minutos antes de responder. Demasiados.
-Le quiero a mi manera. –responde-. Me cuida y soy relativamente feliz a su lado.
-¿Te parece justo quererle así, sólo porque te cuida? –quiero hacerle daño.
Mira largamente mar y me contesta:
-No hay nada justo en esta vida…Bueno, creo que ha llegado el momento de despedirnos. Tenemos por delante muchas horas de camino.
Busca en su bolso y extrae un sobre.
-Esto es para ti. Te agradezco que hayas cuidado al perro en mi ausencia. Y perdona el silencio de estos meses.
-No quiero nada.Pensé que no volverías y ya me había hecho a la idea de que pasaría el resto de sus días con mis padres. Ellos eran quienes le cuidaban ahora y le querían…
Se levanta para despedirse y adelanta su mano para jugar con mi cabello. Pero detengo su gesto bruscamente.
-No hagas esto, por favor. Ya no soy un niño. De hecho ya no lo fui la última noche que pasamos juntos. ¿Acaso lo has olvidado?
-No, Dani, no lo he olvidado. Aquella noche me salvaste aunque tú no lo supieras. Suena melodramático, lo sé, y ahora lo único que deseo es mirar de frente y olvidarme de lo que fui.
Se agacha para coger la correa del perro y se despide.
-Coge el dinero y en verano vienes a verme. Aquello te gustará. Adiós, Dani.

No quiero ver cómo se aleja de mí. Espero unos minutos y enciendo otro cigarrillo para calmarme. Miro el sobre que ha dejado sobre el banco y lo guardo en el bolsillo del pantalón mientras pienso en la mentira que le he contado y me siento miserable por lo que le he dicho.
-Te odio, te odio, te odio, te odio. -He empezado a sollozar como un niño hasta que las lágrimas han inundado mis ojos. He envidiado su felicidad lejos de mí. Pero cómo explicarle que en realidad mi vida ha continuado como siempre y que estoy atado a este lugar hasta el resto de mis días…Ojalá tuviera su valentía y buscara, como ella, playas con banderas amarillas.
-Te odio, te odio, te odio…te quiero.
"Es extraño, querida, pero cierto. Cuando estoy cerca de ti, el cielo se llena de estrellas, tan enamorado de ti estoy. Incluso sin ti, mis brazos de rodean. Tú sabes porqué. Tan enamorado de ti estoy. La primera noche que estabas tú, enamorado de mi alegría, supe que podías quererme. Así que provócame y hiéreme. Engáñame, déjame. Soy tuyo hasta la muerte, tan enamorado de ti". "So in love". Cole Porter.

viernes, 16 de octubre de 2009

EL CIELO Y TÚ


"-Por favor, no se vaya ni se mueva...
-¿Por qué?
-Podría decirle que no se moviera porque el resplandor del fuego es tan hermoso en su pelo... que no se moviera porque es el día de todos los santos y no debe perturbar a los espíritus... por tantas cosas podría decirle que no se moviera... porque éste es un momento de tanta comprensión que no desearía que tuviera fin..."
"-A veces pago por lo que nunca tuve, justo es que por unos días haya tenido algo que no podré pagar. Estas breves horas, este destello de lo que hubiera podido ser mi vida. No pido nada más y aunque hubiera sido una hora, un minuto, hubiera merecido la pena arriesgarlo todo a cambio de él.
-¿Aun sabiendo que no puede durar?
-Durará mientras lo recordemos..."

jueves, 1 de octubre de 2009

SI DE REPENTE UN DESCONOCIDO TE REGALA FLORES, ESTO ES IMPULSO


En mi condición de persona nacida bajo el signo de piscis, tengo dos personalidades. Una nada hacia la derecha, la otra hacia la izquierda. Una es impulsiva, la otra reflexiva. Una es un pequeño demonio, la otra Pepito Grillo. Deberían entrar alguna vez en mi cabeza y ver como el pequeño grillo me recrimina constantemente mis impulsos. Mantengo una lucha constante con mis dos personalidades. A veces soy Blas, con pocas ganas de broma, pero de repente aparece Epi con una ganas irresistibles de jugar al "yo la tengo".


Un escritor habló un día de si se debería aceptar lo escrito en un ataque de escritura automática o revisar el texto miles de veces antes de publicarlo. Mi opinión al respecto es que en no se deben pulir demasiado los textos. Al final acabas matando lo que te diferencia de los demás.


Últimamente cuando leo vuestros post, me tomo un tiempo de reflexión antes de comentar. Para evitar decir tonterías como las que dije en un post de Fra Miquel sobre el césped. El amable hermano nos invitó a utilizar su inmaculado césped para nuestros entrenos (ya saben, el Haren contra las chicas del Veí). Y no se me ocurre otra cosa que decir que llevaría a mi perro para que defecara en la hierba antes de que entraran las jugadoras del Veí. Las imaginé embadurnadas de desechos perrunos y corriendo hacia la ducha para quitarse los apestosos restos. Me gusta jugar con el Veí y hacerle creer que voy a pasarme a su equipo si aumenta mi ficha. Pero no abandono a mi míster ni loca. Y es que se bromea o se muere.


Cuando escribo un post, si lo releo demasiado, me entran pocas ganas de publicar y personalmente me gusta más lo escrito bajo el influjo de mi personalidad divertida (ui, sí).


Tengo razones personales por las que debería sentirme deprimida. Pero prefiero reír antes que llorar. La vida es un tango dijo alguien, sí, pero también existen las milongas. Y al final me acabo convenciendo de que prefiero a la persona impulsiva que habita en mi ser dual y me canto a mí misma: "Sí, soy así, qué voy a hacer, nací buen mozo y embalao para querer...".


Y te aviso Pepito Grillo: voy a hacer caso omiso de tus reflexiones y te canto: "que te den, que te den, déjame bailar".
 
Free counter and web stats