jueves, 17 de noviembre de 2011

LA PLAÇA DEL DIAMANT








Ayer por la tarde regresaba deprisa a casa con cosas importantes que hacer. En una bolsa de papel llevaba un perro de trapo, unas cintas recién compradas en Mokuba, una colcha de patchwork en miniatura para que la niña rubia arrope a sus muñecos…cuando le ví. Estaba sentado en el Canigó, compartiendo mesa y café con unos amigos mientras jugaban al dómino. Parecía ajeno a las conversaciones de los jóvenes que ahora se han adueñado del bar. Se le veía concentrado para ganar la partida. Aceleré el paso para que no me viera.
Pero esta mañana al cruzar la Plaça del Diamant le he vuelto a ver. Estaba sentado en un banco disfrutando del sol, con las manos en los bolsillos de su abrigo gris. Parecía esperarme, como si supiera que cada día cruzo esta mítica plaza cuando paseo a Bruc. Me he sentado a su lado haciendo caso a su gesto de dar dos golpes en el asiento.
-¿Qué tal te va? –me ha preguntado el Creador.
-Bien –le he respondido.
Creí que ya no nos volveríamos a ver hasta dentro de dos años, cuando se agote el plazo que me dio para que le demostrara que no se equivocó al elegirme.
-No esperaba encontrarte por aquí…
-Ya ves. Me verás cuando menos te lo esperes. Al menos dime que te alegras de verme.
-Me alegro de verte.
-Cuéntame qué haces, en qué ocupas las horas del día.
-Pero si ya lo sabes…
-Quiero que me lo cuentes.
Le he contado lo que hago. Busco trabajo. Coso, paseo al perro, escribo…y cuando escribir se me hace doloroso, ato al perro otra vez y paseo sin rumbo para no desmoralizarme. Hay días en que me siento inútil y otros en que parezco feliz.
-Dime por qué has venido.
-Elegí esta ciudad porque creí que aquí podría demostrarte lo que soy. Confía un poco más en mí.
-¿Sabes que hay quien cree que tenías otra razón para venir aquí?
-Sí, lo sé. Sé a que te refieres, pero me importa poco. O quizá no quiero reconocer que me duele lo que piensen los demás. Abandoné lo que más quería en este mundo para venir aquí. Y quizá no hay nada ni nadie que me lo compense. Mi hermano lo sabe y a veces me envía vídeos de la niña rubia que visiono una y otra vez cuando la añoro.
-Venga, anímate. Pronto la verás. Sólo debes dejar pasar los días, pero prométeme que trabajarás en tus proyectos.
He asentido con la cabeza, incapaz ya de seguir hablando. Me chispeaban los ojos y no quiero llorar. Me ha cogido de la mano y la ha apretado.
-Sigue con tu paseo. Estaré a tu lado cuando me necesites. Sólo tienes que silbar. ¿Sabes silbar?
He silbado y ha venido hacia nosotros un dálmata con una pelota de tenis en la boca. Nos hemos reído. Me he levantado y he dudado en darle dos besos en las mejillas. Hay quien cree que no me gusta besar. Se equivocan. El Creador ha vuelto a cogerme de la mano, apretando fuerte. Lo necesitaba.

martes, 1 de noviembre de 2011

CUENTOS







“Hay días malos en la vida. Son verdaderamente malos, efectivamente. ¿Y qué pasa entonces? Pues pasa que me meto debajo de la cama. Eso pasa, efectivamente.” Bernardo Atxaga.

Hay días en los que, como Shola, la perrita de Bernardo Atxaga, tengo un día malo y dos opciones: una, meterme en la cama. Otra, sacar a Bruc a pasear. Lo más inteligente es elegir la segunda y es lo que hago. Si me dejo vencer por una mala noticia y un día triste, anem malament...

Ato la correa a Bruc y buscamos alguna plaza en la que podamos ver cómo se divierten alguno de los congéneres de mi perro. Bruc se ha adaptado bien a la gran ciudad, pero sigue con su actitud faldera. En lugar de jugar con amigos nuevos prefiere sentarse a mi lado en un banco y observarlos a una distancia prudencial, por si acaso.

Una perra delgada viene a saludarnos. Lleva algo en la boca que los demás perros quieren poseer. Pero ella es más lista y no consiguen quitárselo. Quizá un hueso o un pájaro muerto. Finalmente los perseguidores la dejan tranquila, y se tumba con su tesoro entre las fauces para disfrutarlo con calma. Bruc me mira como si me dijera: aquí todos parecen estar mal de la cabeza. Le rasco la cabeza y me acuerdo de la última tarde de domingo cuando, haciendo compañía a mi padre en la clínica, mamá nos contó de nuevo el cuento de El llop i la rabosa. Mi hermana B. se lo había pedido. Era un relato que se contaba en casa de mis abuelos cuando alguno de sus hijos no quería comer. Es curioso, ya que los cuentos en casa se contaban a los niños sin apetito. Nunca al ir a dormir. Los acostaban y punto. Mamá empezó a relatarlo:

“Una vegada va fer molt fred. Tant va nevar a les muntanyes que els animals baixaven a la plana en busca d’alguna cosa per omplir l’estómac buit. I com lo sinyo Vicent era un despistat, que sempre se dixava la porta oberta, la rabosa va aprofitar per entrar fins al rebost sense fer soroll i va pispar un tros de formatge…”

-Mama, no anava així…-es B. quien habla. Empieza una pequeña discusión entre los que creen que hay que dejar seguir al cuentista aunque se equivoque (más pronto o más tarde se dará cuenta de su error) o los que opinan que hay que corregirlo antes de proseguir el relato –no era la rabosa la que va baixar a buscar menjar, era el llop.

Mi madre le da la razón y donde he escrito rabosa, ahora es un lobo. Mi padre escucha atentamente el cuento, acostado en su cama como un niño enfermo que se aburre.

“Pos com vos dia. Lo llop se’n va tornar cap a les muntanyes i de camí es va trobar una rabosa”

Ahora B. dice que sí con la cabeza.

“…la rabosa tenia gana i per prendre-li el tros de formatge al llop li va començar a fer preguntes: llop, llobet, quin fred que fa…lo llop li dia que sí amb lo cap, per no obrir la boca. Que vas cap amunt? I lo llop que sí amb lo cap. Que me’n donaries un trosset d’este formatget que dus? I lo llop que no amb el cap. Finalment, la rabosa li va preguntar: I d’on ets, llobet? I el llop, una mica borinot, li va dir: d’Albocàsser. A l’obrir la boca per dir Albocàààààsser, lo tros de formatge va caure en terra. La rabosa, més llesta que ell, li va agafar. Lo llop en vore lo que havia passat li va preguntar a la rabosa, i tu d’on ets? la raboseta li va dir: de Tíriiiiiiiiig. I la rabosa se’n va anar amb lo formatge a la boca, corrents abans no l’agafés lo llop.”

Si queréis saber dónde está la gracia del cuento, coged un trozo de queso entre los dientes y decid en voz alta Albocàsser o Tírig. Y sabréis por qué al lobo se le cayó el queso y a la rabosa no.

Papa, espero que visques molts anys i d’aquí a poquet te pugue contar un conte molt bonic. La B. no podrà interromprer, ja que no el sap.
 
Free counter and web stats